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Jornada por objetivos: ¿una medida viable en nuestro país?

«Si un trabajador es capaz de cumplir todos sus objetivos en cinco horas, ¿por qué debe trabajar tres horas más ese día? ¿Por qué no puede autoorganizarse su jornada?», se pregunta Daniel Toscani, profesor colaborador de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC. Toscani defiende la posibilidad de que en las empresas en las que sea factible se implemente la jornada por objetivos. «Se está implantando ya, con y sin ayudas estatales o autonómicas», explica.

En los últimos años, han ido surgiendo nuevos modelos de organización del trabajo como alternativas a la clásica jornada de cuarenta horas en un lugar fijo: por ejemplo, los e-nomads, el teletrabajo o las semanas de cuatro días laborables, que «han sido un éxito en países como Islandia, Suecia, Japón, el Reino Unido o los Estados Unidos», afirma Toscani.

La jornada por objetivos busca dar preferencia a la consecución de estos propósitos por encima del número de horas trabajadas. La finalidad es, entre otras cosas, «conciliar mejor la vida familiar y la profesional», dice el experto.

«Es esencial tener en cuenta que, por mucho que se trabaje por objetivos, la normativa obliga a fijar el número de horas trabajadas (con posibilidades de flexibilidad en cuanto al momento y al lugar) y a tener un registro de la jornada laboral diaria», explica Eva Rimbau, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC.

Una de las claras desventajas de este modelo es que hace imprescindible el control de los empleados para asegurar que esos objetivos se cumplen. «La clave estaría en no imponerlo por ley, sino en que las empresas se vayan sumando voluntariamente a este modelo cuando comprueben las ventajas sobre la satisfacción de sus trabajadores», añade Toscani.

empleo jornada por objetivos

Mayor motivación = Mayor productividad

Según Randstad, el principal beneficio de este modelo es que aumenta la motivación de los empleados, lo que puede traducirse en una mayor productividad. Si atendemos a las cifras, los países que menos tiempo dedican al trabajo son Dinamarca y Noruega, mientras que Costa Rica y México son los que trabajan más horas (datos de 2019 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Curiosamente, si los comparamos, los que menos horas trabajan (Dinamarca y Noruega) consiguen sacar un PIB per cápita mayor que los que dedican más tiempo a la jornada laboral (Costa Rica y México).

Antonio Fernández, profesor de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC, califica de mito la posibilidad de desarrollar jornadas exclusivamente por objetivos. «Es una involución en los derechos adquiridos. Este sistema ya existía en la Revolución Industrial», afirma.

«Es cierto que la tecnología nos permite producir lo mismo en menos horas», dice Fernández, pero añade que «tiene que haber un control horario; esas horas deben seguir reguladas». En una línea similar se expresa la profesora Rimbau. «Creo que no hay posibilidad de que se transite hacia ese modelo, ya que va a mantenerse el principio de fijar las horas de trabajo porque este sistema protege a ambas partes de los abusos de la otra», advierte.

Objetivos imposibles y despidos, los riesgos de la jornada por objetivos

Otro de los riesgos que conlleva este tipo de jornada es el hecho de que, «si se trabaja solo por objetivos y sin limitación de jornada, la empresa puede fijar objetivos imposibles», advierte Rimbau. Asimismo, la experta considera que retribuir la jornada en lugar de los resultados también tiene su lado positivo.

«En una jornada puramente por objetivos, se incentiva la rapidez para lograr el objetivo por encima de la calidad; esto puede hacer que cada persona intente acabar cuanto antes sus objetivos y no mire por el interés global de la empresa o del equipo. Este incentivo desaparece cuando el número de horas de trabajo está fijado», explica Rimbau.

Toscani reconoce que otro peligro es que algunas empresas «sustituyan las horas no trabajadas con empleados en negro». Sin embargo, defiende la jornada por objetivos y asegura que se trata de un cambio de chip: «es darse cuenta de que un trabajador puede rendir mucho si se lo propone y trabaja en serio durante cinco horas, por ejemplo, y, por el contrario, puede perder mucho el tiempo y rendir menos en una jornada de ocho horas».

Tendencia entre la GenZ

El cambio de mentalidad ya se está dando en la población más joven, explica Daniel Toscani. De hecho, según el informe The Deloitte Global 2022 Gen Z and Millenial Survey, la conciliación entre la vida laboral y la privada fue la segunda razón de los jóvenes (mileniales y generación Z) para abandonar su trabajo en 2022. «Quieren más tiempo libre para el ocio y para conciliar la vida laboral con la familiar, y este modelo les favorecería», señala Toscani.

Rimbau defiende una combinación de ambos sistemas (jornada y objetivos). «Buscar formas de conciliar mejor sin perjudicar a la productividad laboral es un interés social compartido», afirma. «Esto no quiere decir que haya que olvidarse de esos objetivos o que haya que dejar de buscar formas de trabajar menos manteniendo o aumentando la productividad, al contrario. Sin embargo, no todo lo que hacen los trabajadores puede cifrarse en objetivos específicos», añade.

La flexibilización de los horarios es, para Antonio Fernández, «perjudicial para el trabajador», ya que aumenta la carga de trabajo: «la flexibilidad beneficia a la empresa», afirma.

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Los perfiles tecnológicos, comerciales y de marketing pueden beneficiarse de la jornada por objetivos

Entre los empresarios y los trabajadores, ¿para quién sería más beneficiosa una jornada más corta teniendo en cuenta que se cumplirían los objetivos fijados? «Los aumentos de productividad deberían beneficiar a ambas partes», dice Rimbau, también investigadora del grupo DigiBiz (Digital Business Research Group).

La experta explica que «muchos perfiles tecnológicos» tienen un mayor poder para obtener mejoras salariales asociadas al aumento de la productividad. Daniel Toscani coincide en que son estos perfiles los que pueden hacer más viable esta jornada por objetivos, siempre que «no tengan un horario comercial», algo incompatible con la reducción del número de horas trabajadas.

Según Randstad, otros perfiles de profesionales que podrían aprovechar este modelo son los de los sectores comercial y de marketing. En cambio, existen otros tipos de trabajadores que no se verían beneficiados por el aumento de la productividad en un número menor de horas. «En empleos en los que abunda la mano de obra, el poder suele estar en manos de la empresa, que obtiene mejor rentabilidad porque no sube las retribuciones tanto como aumenta la productividad», comenta Rimbau.

Es decir, una jornada por objetivos no sería factible para todos los perfiles profesionales. Para Antonio Fernández es, además, un debate peligroso. «Si un trabajador termina dos horas antes, la empresa probablemente tiene un problema de organización y no está produciendo suficientemente. Podría ocurrir que se obligara al trabajador a producir más, o que la empresa se reorganizara para darle más tareas. Esa empresa incluso podría despedir trabajadores», afirma.

¿Está España preparada para la jornada por objetivos?

Si ponemos como ejemplo el teletrabajo, otra modalidad adoptada en los últimos años, en 2021, el 17,6% de la población activa nacional trabajó desde sus hogares. Sin embargo, en 2022, dicho porcentaje bajó al 14%, según se desprende de la Encuesta sobre equipamiento y uso de tecnologías de la información y la comunicación en los hogares, del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Es decir, no parece que el impacto de la COVID-19 haya favorecido la continuidad de este cambio de modelo en nuestro país: a medida que se han ido reduciendo las restricciones de movilidad, la presencialidad laboral ha vuelto a aumentar. En pleno confinamiento, el porcentaje de teletrabajadores españoles era el décimo más bajo de la Unión Europea, tal y como destaca el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI) en el informe Teletrabajo en España antes, durante y después de la pandemia.

«Cuando se impuso la jornada laboral de ocho horas, las empresas también pusieron el grito en el cielo y dijeron que no podrían ser productivas. Llevamos cien años con esta jornada. Es una cuestión de cambio de mentalidad de ambas partes: empresarios y sociedad», concluye Daniel Toscani.

Imágenes cedidas: Magnet.me en Unsplash, Christina @ wocintechchat.com, Shutterstock

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