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Y así es cómo llegó a ser directora de hotel…

María Rodríguez
Tras crecer en Palladium, Silken, Forte Village Resort o Pacha Resort, María Rodríguez es directora en Llum Hoteles, en Ibiza.

Ella es directora de hotel desde que tenía 8 años, pero no ha firmado su primer contrato como tal hasta los 41. Cómo es la vida, ¿eh? Recuerda con detalle el momento en el que supo a lo que quería dedicarse: dónde estaba, quién le cogía de la mano, la ropa que llevaba, la música que sonaba… todo.

Y es ahí que empieza un camino personal y profesional, inconsciente de la fortuna que poseía al tener un objetivo tan claro desde tan pequeña.

Han sido necesarios unos niveles altos de fuerza de voluntad, automotivación y paciencia (es un proceso largo) para afrontar formaciones, viajes y trabajos internacionales donde interactuar con muchas personas y diversas culturas a lo largo de este proceso.

Y le ha llevado su tiempo, sí señores, porque las cosas que de verdad importan en la vida tardan mucho en conseguirse y requieren de un compromiso diario. Porque uno no es director solo porque lo desee con todas sus fuerzas o le den el cargo.

De hecho, en ocasiones en que veía alejarse su objetivo, le asaltaban las dudas de lo acertado o no que era. A pesar de que lo estaba intentando todo, no parecía ser suficiente lo que hacía y sacrificaba.

Y es que hay un nivel que no se consigue ni con másteres, mentores ni con las experiencias internacionales… Es a través de disfrutar de sus aciertos y abrazar sus fracasos; estos últimos esenciales para entender y recibir el éxito al completo, donde comprendió un punto fundamental:

  1. Poner el foco y la energía en el equilibrio.
  2. Equilibrio entre Persona-Equipo-Objetivo.

En este orden, inalterable.

1. Si uno no está preparado, no puede ayudar al resto

No es una cuestión de ser egoísta o prepotente, es una visión más amplia y a largo plazo que le lleva a reflexionar ¿cómo le va a pedir/dar cosas a los miembros del equipo sin tenerlas/conocerlas ella antes?

Es consciente de que no lo sabe todo, pero que es punto de referencia para los miembros del equipo. Por eso, se forma constantemente en diferentes materias,

2. Cada miembro del equipo es valioso

Cada figura es importante en su individualidad y por eso hay que tratarlos por separado. Cada uno con sus metas, necesidades, puntos de dolor y de satisfacción. Porque son personas, ni más ni menos.

3. Personas evolucionadas a compañeros que evolucionan a equipo

El hotel funciona como un cuerpo humano, cada órgano por separado cumple una función específica y limitada, pero cuando todos trabajan unidos el resultado es espectacular. ¡Pura vida!

Un equipo balanceado llega al objetivo más fácilmente, optimizando los tiempos de manera más productiva y en un entorno amable y apetecible. Dotar de herramientas, comunicar claro el objetivo y acompañar en el proceso para que cada uno aporte con sus capacidades.

4. El objetivo que «asaltar»

Last but not least, el objetivo. Es el fin, no el principio. Las casas empezadas por el tejado son complicadas de construir, ¿verdad? Así es más sencillo digitalizar, implementar nuevos procesos, hacer cambios departamentales, introducir servicios de mayor calidad… En definitiva, caminar a la excelencia con ganas y no como obligación.

Su equilibrio lo encuentra honrando sus valores (se ha tomado su tiempo en descubrirlos), caminar dejando huellas positivamente sencillas, trabajando el conflicto interno y el externo desde la empatía, el cariño y la humildad para poder dar ejemplo desde el hacer y no desde el decir.

Suena a mucho, pero se puede conseguir. Y está en la buena senda.

Y, en efecto, cuando tiene esos aprendizajes interiorizados aparece la propuesta de dirección y se siente preparada para ponerse bajo los focos de su equipo, de sus jefes, de su CEO.

Porque tiene muy claro que ser directora es estar constantemente en un papel protagonista con mucha presión y visibilidad, va más allá del título o del estatus.

Tuvo la gran oportunidad a lo largo de su vida de pasar por diferentes puestos y aprender desde la base en muchos lugares del mundo, por eso sabe que el poder sin conciencia es muy peligroso (la cicatriz de su despido improcedente se lo recuerda cuando “va a cambiar el tiempo”).

Así que en su oficina el porcentaje es el siguiente: un 20% de dirección pura y dura y un 80% de espacio de aprendizaje y confianza, de escucha activa, de pañuelos para lloros y, sobre todo, de risa y diversión. Un lugar donde se cuentan ideas y sueños. Bidireccional, por supuesto. Para que lo personal y lo profesional estén en armonía, para que personas y personajes vayan de la mano, para que los objetivos marcados se cumplan.

Resumiendo, cultiva en ella para que florezca en otros.

Autores

Tras crecer en Palladium, Silken, Forte Village Resort o Pacha Resort, María Rodríguez es directora en Llum Hoteles, en Ibiza.

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