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La Mesa del Turismo y la Universidad Nebrija han elaborado un estudio titulado ‘Futuro del turismo, ordenación o masificación’ en el que abogan por la necesidad de reglamentar y ordenar el crecimiento del turismo en España para atajar los efectos adversos que la elevada afluencia de turistas en algunos destinos turísticos ha comenzado a provocar en el entorno social, cultural y ambiental.
“En España no sobran turistas, pero sí falta ordenación del turismo”, afirma el profesor Manuel Figuerola, director del estudio, en respuesta a quienes opinan que es necesario “poner un techo” al crecimiento del turismo en nuestro país.
Rechazo de la población local hacia el turista
El estudio reconoce que la masificación de los destinos turísticos puede desencadenar conductas críticas y actitudes hostiles de la población local respecto a la llegada de turistas. Esto sucede cuando los ciudadanos interpretan que sus derechos como tales se ven menospreciados en aras del interés económico de atraer a un número de turistas siempre creciente. Si, además, la percepción de los ciudadanos es que el beneficio que deriva del turismo no tiene una distribución social adecuada, la reacción de rechazo se agrava.
España rozó en 2017 la cifra récord de 82 millones de turistas internacionales y la tendencia del sector se mantiene al alza. Tan solo 15 municipios españoles concentran cerca del 40% de toda la demanda turística, incluyendo también a los turistas nacionales. No obstante, desde la perspectiva económica, el estudio no encuentra razones para apoyar el rechazo al crecimiento del turismo en España o a su intensidad por el hecho que el turismo participe en la generación de riqueza con un porcentaje superior al 10% en el PIB (un 11,5% en 2017 para ser exactos).
Entre las conclusiones, se apunta que el rechazo al turismo tiene más que ver con situaciones como la imposición de incrementos en los precios y tarifas de bienes y servicios que, directa o indirectamente, terminan por repercutir en los residentes. En especial, se señalan los precios de los alojamientos y los alquileres de las viviendas, así como la posibilidad de ruptura en los modelos de comportamiento y convivencia local.
La presión turística en 22 ciudades del mundo
Las conclusiones del estudio se apoyan también en la comparación de los indicadores de presión turística sobre el territorio y sobre la población local en 22 ciudades y ámbitos urbanos de todo el mundo caracterizados por su alta afluencia turística. El ranking se extrajo del Global Destination Cities Index 2016 de Mastercard Wordwide.
La comparativa muestra cómo París, capital de la segunda potencia mundial turismo internacional, recibe 18 millones de turistas extranjeros al año, con una densidad poblacional próxima a los 21.000 habitantes por kilómetro cuadrado, sin que se manifiesten críticas o movimientos insolidarios al turismo. En contraposición a esta situación, se constata el rechazo la turismo de los vecinos de algunos barrios de Barcelona, cuando la Ciudad Condal recibe 8,2 millones de turistas internacionales -menos de la mitad que París-, con una densidad poblacional de 16.000 habitantes por kilómetro cuadrado.
El estudio argumenta que las actitudes contrarias y protestas al turismo en Barcelona podrían tener que ver más bien con una corriente alentada desde niveles sociales de mayor nivel de renta y orientaciones políticas sesgadas que sostendrían la hipótesis de que el verdadero desarrollo económico y social solo es posible con altas tasas de expansión en los sectores industriales y no en el turismo.
La solución está en una buena ordenación turística
El estudio insiste en que numerosas ciudades del mundo ya han alcanzado la cifra de los 10 millones de turistas, lo cual ha causado en algunas de ellas problemas de convivencia entre los visitantes y la ciudadanía local. Pero no todas las ciudades han reaccionado a la concentración turística con una ola de “turismofobia” y ello tiene que ver con el rigor en la ordenación del turismo por parte de cada destino. “Los problemas de rechazo al crecimiento del turismo se deben a la falta de planes adecuados de ordenación turística más que a la llegada intensiva de turistas”, concluye el profesor Figuerola.