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La experiencia perfecta nace con una buena ambientación

Vacaciones, viajes de negocio o escapadas… Llegar a un hotel para hacer el check-in es una sensación que solemos relacionar con un descubrimiento experiencial. Sin embargo, antes de llegar al mostrador, estamos expuestos a diferentes estímulos de los que no somos conscientes pero que inciden en nuestra percepción del establecimiento. Moinsa, empresa especializada en equipamiento e interiorismo, comparte las claves de la ambientación hotelera, un reclamo para poder dejar huella en el deseo y recuerdo de los usuarios.

Como experta en diseño, fabricación e implantación de interiores, la compañía analiza los puntos más importantes para mejorar la experiencia del usuario de hotelería, y el papel clave de los espacios comunes para generar un buen recuerdo. “El mobiliario, la distribución, la iluminación y la paleta de colores son los elementos que más analizamos para influir positivamente en el cliente, y es lo que más nos piden los hoteles”, asegura Virginia Núñez Machado, del departamento de Creatividad e Innovación de Moinsa.

Y es que, pese a que para los hoteles todo es importante para transmitir al cliente las sensaciones de lujo, comodidad, confianza, calidez, relax… lo cierto es que los espacios comunes son fundamentales para generar un ecosistema de calma y bienestar. “Tenemos muy en cuenta a la persona, que está siempre en el centro de todo. Pero un hotel recibe a miles de clientes diferentes, con culturas, idiomas, gustos y costumbres distintas, por lo que buscamos llamar la atención de sus sentidos de forma sutil y con una intención: que sientan bienestar”, concretan desde Moinsa.

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El color y lo natural, indispensables

El interiorismo de los espacios comunes es el toque maestro de un hotel. Las habitaciones también se deben trabajar de forma armónica, pero el estilo de los espacios comunes marca la diferencia respecto a otros hoteles.

El color ideal es una combinación de tonos neutros (blanco, beige, azul claro, gris…), porque consiguen un ambiente positivo y libre de estrés, y además combinan muy bien con el uso del verde, con plantas, flores y adornos, uno de los reclamos que marcan más tendencia. Llaman la atención de los clientes de forma silenciosa, transmitiendo serenidad, además de plasmar una intención de respeto y compromiso con el medio ambiente y la sostenibilidad.

Tal y como explican desde Moinsa, “ya hemos hablado de la tendencia del diseño biofílico, que combina espacios arquitectónicos con la naturaleza. Esto se traslada a los hoteles, manteniendo una relación armónica de su interiorismo en espacios comunes con la luz, el agua y las plantas, arbustos, flores y jardines verticales. Así lo hemos hecho, participando en la renovación de hoteles como el marbellí Don Miguel, donde utilizamos el color crudo y el verde, dándole al espacio una distribución armónica y manteniendo la sensación de lujo de un establecimiento como ese”.

Luz y sintonía con el ambiente exterior

Aprovechar la luz que tenga el edificio o hacer que se genere y simule una natural en el caso de halls o zonas de restauración donde no exista esa posibilidad, es fundamental. “Habrá distintas tendencias diferentes según el año o la temporada, pero el gusto por la luz no cambia”, aseveran desde Moinsa. Es importante llevar a cabo un estudio previo en el que la luz se aproveche para poder recrear el espacio.

“Para Don Miguel, aportamos unos elementos blancos que simulasen árboles en el centro de los salones. El efecto óptico es bonito, pero también es un juego de la luz y el blanco que brinda más luminosidad a la zona». También es recomendable utilizar luces led, con menos consumo y renovables, ya que cada vez hay más clientes que prestan atención a esos detalles.

Los lugares a los que vamos evocan pensamientos, sensaciones y conexiones, que después se convierten en recuerdos. Para espacios comunes es especialmente importante que sean o simbolicen representaciones de lo que el cliente se encuentra en la ciudad o el lugar al que acude. De esta manera, es mucho más fácil poder aportar un estilo urbano a los espacios de un hotel de ciudades como Madrid o Nueva York, con un estilo que conecte con el mar en Marbella o El Grove, o uno rural si estamos hablando de Santillana del Mar o Ciudad Real. La armonía y la evocación juegan mucho con el recuerdo que después permanece en la experiencia del usuario.

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