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¿Cómo se controla el sobreturismo? El ejemplo de la isla de Borácay

No cabe duda de que el sobreturismo está afectando a algunas ciudades. Amsterdam, Venecia, Barcelona… Cada vez son más los expertos que analizan este fenómeno como peligroso y grave.
La propia Organización Mundial del Turismo catalogó el ‘sobreturismo’ como el impacto que el turismo provoca en un destino y que influye en exceso en la calidad de vida de los ciudadanos que viven allí, así como en las propias experiencias de las que disfrutan los turistas que acuden. Pero, ¿cómo hacer frente a esta problemática?
Peter Varga, profesor de l’ Ecole Hôteliere de Lausanne, ha analizado en eHotelier la decisión que tomó el gobierno filipino con la isla de Borácay. TripAdvisor la catalogó como una de las 25 playas más bonitas del mundo y la séptima de Asia. La peña isla, de apenas 10 kilómetros cuadrados, recibió una avalancha de turistas sin control. De hecho, en 2017 visitaron la isla dos millones de personas, lo que equivale a 66 turistas por cada residente.
El turismo fue arrollador. Tanto que en abril de 2018, el presidente de Filipinas decidió cerrar Borocay durante seis meses. Tal y como afirmó el propio presidente Dutarte, la isla se había convertido «en un pozo negro» que necesitaba una acción inmediata.
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Una apertura con nuevas reglas

El gobierno filipino afrontó con decisión una nueva estrategia de turismo sostenible para la isla. La decisión de cerrarla supuso un fuerte impacto para los lugareños, pues la gran mayoría vive del turismo. Pero el gobierno fue tajante. Había que limpiar la isla, mejorar los sistemas de tratamiento de aguas residuales de los hoteles y desarrollar una estrategia turística que garantizara el futuro de la isla y de sus habitantes.
En octubre de 2018, la isla volvió a abrir sus puertas, pero con una serie de reglas y normativas que afectan al turismo que la visita:

  1. Solo pueden aterrizar en la isla 6.405 turistas al día. Esto hace un total anual que está por debajo de los 250.000 turistas.
  2. Nuevas regulaciones con respecto al comportamiento de los turistas: en la playa Shite Beach, la más famosa de la isla, está prohibido fumar y beber alcohol. Además, los turistas deben tener ya reservado un hotel antes de viajar a la isla.
  3. Nuevas reglas sobre el comportamiento de los locales. Por ejemplo, se ha prohibido la cría de cerdos o de gallinas para ganarse la vida.
  4. Solo los hoteles que cumplan con los requisitos del Departamento de Medio Ambiente y Recursos Naturales y estén debidamente acreditados por el Departamento de Turismo, pueden abrir en la isla.
  5. Todos los hoteles deben estar conectados a un sistema adecuado de tratamiento de aguas residuales.
  6. Prohibido construir edificios a menos de 30 metros de la costa y los que ya estaban construidos para cuando se reabrió la isla, fueron derribados.
  7. El juego está prohibido en toda la isla.

Todas estas normas, entre otras, se pusieron en marcha cuando se abrió la isla en octubre de 2018. Ahora, casi un año después, eHotelier se pregunta si las medidas están funcionando. Y por el momento, parece que sí.
Estas normas y límites han dado como resultado la práctica de un turismo mucho más sostenible en Borácay. El cumplimiento de la normativa de capacidad máxima de turistas ha sido satisfactorio, si bien en abril se tuvo que pedir a las aerolíneas que vuelan a la isla que no olvidaran la normativa del gobierno.
Además, solo 353 hoteles pueden ofrecer alojamiento, un número infinitamente menor al registrado antes del cierre. En abril de este año, el Departamento de Turismo lanzó la campaña #MoreFunForever, promoviendo una marca turística para la isla mucho más sostenibles e inclusiva.
El único pero radica en la ineficacia del gobierno a la hora de proporcionar empleo a todos los residentes que lo perdieron después de la reapertura de la isla. El movimiento de protesta We are Borácay, compuesto por vendedores, conductores de triciclos-taxi, masajistas, guías turísticos y otros trabajadores del sector, pide soluciones al gobierno.
Aun con todo, la decisión política de cerrar la isla funcionó y hoy el futuro de Borácay está más o menos asegurado. Por tanto, no cabe duda de que esta solución podría ser muy factible para algunos destinos como Venecia que están sufriendo con angustia el fenómeno del sobreturismo.

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Jan Walter Luigi, Unsplash

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