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Cada vez la sociedad es más consciente de la importancia de cuidar el medio ambiente. “Decimos medio porque la otra mitad ya nos la hemos cargado”, bromeaba Jimmy Pons al comienzo del desayuno organizado por TecnoHotel y patrocinado por Robot en el Eurostars Madrid Tower. Por suerte, esta concienciación está llegando también al turismo y, en concreto, al sector hotelero.
Cada día se demandan más alojamientos que se preocupen en reducir la huella de carbono y cada vez son más los viajeros que tienen en cuenta aspectos de sostenibilidad y eficiencia energética antes de elegir un alojamiento u otro. Y es que no cabe duda de que el impacto ambiental de los hoteles es muy significativo en cuanto a consumo de agua, uso de bienes y energía.
Gonzalo López y Juan Tendero, jefe de Compras y jefe de Mantenimiento, respectivamente, de Marriott Auditorium participaron activamente en este desayuno. El ya citado Jimmy Pons, innovation maker de BlueBay Hotels; Bernat Bonnín, CEO de Robot y Arturo Cuenllas, partner de Hoteles Conscientes y profesor en IE Business School y Ostelea, también estuvieron presentes. Completaron la mesa-debate Enric Almiñana, director de Compras de Abba Hotels; Antón Iráculis, director de Compras Corporativo de Hoteles Silken y Marc Montemar, Facility Manager de Sercotel Hotels.
¿Qué entendemos por sostenibilidad?
Nacho Rojas, director del área de Hostelería & Hotel de Peldaño lanzó la primera pregunta. Eficiencia de costes, mejorar la experiencia de cliente, impulsar la imagen de marca… Muchos son los motivos para sumarse a la fiebre de la sostenibilidad. Sin embargo, todos los participantes apoyaron una máxima: Hay que cambiar el chip.
La sostenibilidad debe formar parte de la cultura del hotel, no puede entenderse como una moda. “Debe ser una concienciación por parte de todos. Debe estar integrado en nuestro día a día. Es un mix de cultura, educación e información”, señalaba Gonzalo López, de Marriott. “Tenemos que empezar a ser coautores de esa sostenibilidad”, añadía Jimmy Pons.
Pero, ¿cómo conseguir esta máxima? Y lo más importante, ¿cómo se traduce en números? “Hay que ir paso a paso”, indicaba Juan Tendero. “Son muchas las empresas que han invertido mucho esfuerzo en un producto. Ahora de golpe no podemos decirles que no lo queremos.
Tenemos que dar un margen”, matizaba. Y es que, de pronto, muchos hoteles han decidido, por ejemplo, dejar de lado el plástico, pero, ¿qué hacemos con todos esos proveedores que han apostado fuerte por fabricar esos productos para nuestro hotel? “Hay que dar un periodo de transición”, concluía. También hace falta mucha formación. “No podemos pedir al cliente que ahorre en el lavado de las toallas, pero después tener un grifo abierto toda la mañana para limpiar verduras”, añadía.
Para Bernat Bonnín, el tema del ahorro energético ha mejorado en cuanto hemos sido capaces de medir. “Todo el mundo sabe desde hace mucho lo que gasta su coche a los 100 km., sin embargo, no sabíamos lo que gastaba nuestro hotel”. ¿Cuáles son los parámetros estándar? ¿Cuánto se gasta por habitación? ¿Podemos compararnos con los hoteles de la zona?, se preguntó el CEO de Robot. “En el momento en que la dirección del hotel sabe que estamos gastando por encima de unos parámetros, actúa”, añade.
El cliente debe saber lo que consume
Estos cambios no van a ser radicales, llevarán un tiempo, pero son muchos los factores que pueden incidir. “Por ejemplo, fue la touroperación quien empezó a exigir el aire acondicionado en las habitaciones. El hotelero tuvo que adaptarse rápido o se llevaban a los huéspedes a otros hoteles”, explicó Bonnín.
Pero, sin duda, uno de los factores más importantes para impulsar el ahorro es el hecho de informar. El huésped necesita saber lo que está consumiendo. Enric Almiñana, de Abbas Hoteles, señaló que esto ya se está haciendo gracias a la tecnología móvil. “De hecho, hay hoteles que están experimentando con aplicar mayor o menor precio en la habitación según el consumo energético del huésped”. Y es que el gasto importa. “El 70% del gasto de la habitación se va en climatización”, aporto Bonnín.
Juan Tendero, de Marriott, estuvo de acuerdo con la propuesta. “Los hoteles son un banco de pruebas. Nos inciden mucho con invertir en innovación para ahorrar y ser más eficientes. Por ejemplo, nos dijeron que el led gastaba menos y por eso no hacía falta apagar las luces. Ahora, gastamos más porque tengo todo encendido todo el tiempo”, sentenciaba.
Por eso, desde su punto de vista, se debe dar un enfoque mucho más cultural. “Hay que hacer saber al cliente cuánto gasta, cuál es su huella de carbono, el impacto que tiene su estancia sobre el medio ambiente”. Asimismo, cree que en el MICE puede haber más concienciación que en el vacacional. En el caso del Auditorium, “son muchas las empresas que me preguntan cuánto han gastado en su evento, y no tengo una herramienta que me dé esa información”, indica Tendero.
Control y automatización de sistemas
Cuando Robot comenzó a desarrollar sus sistemas hace 35 años no había forma de controlar las instalaciones, además de que los precios del petróleo se habían disparado. Ambos factores incidían en que el coste de explotación de las habitaciones fuera muy elevado. En los últimos años, esa automatización y monitorización ha mejorado considerablemente, lo que ha llevado a importantes ahorros en las facturas de agua, gas o energía eléctrica. “El poder controlar las instalaciones ha permitido, por ejemplo, hacer funcionar las calderas cuando realmente hay demanda o cuando cae la temperatura exterior. Algo que ha ayudado a estos hoteles a reducir su factura en un 30%”, asegura. “Esto es lo que empezamos a hacer a partir de los años 80”, indicó. De hecho, continúa, “los sistemas que mejor han funcionado en Robot son los que se han colocado, se han revisado y nunca más se han tenido que tocar”.
Actualmente, en complejos enormes como el de Playa Bávaro, en Punta Cana (República Dominicana), pueden optimizar mucho más el gasto. Por ejemplo, explicó Bernat, la producción de frío está descentralizada. Hay una central que produce frío para 7 u 8 hoteles en una extensión de 110.000 metros cuadrados.
Transportar esta agua fría hasta los hoteles tiene un coste de transporte de masa, además de que existe una pérdida de frío por el calor que absorbe. Gracias a la monitorización, pueden comprobar cuándo se van vaciando las habitaciones.
“Las máquinas de frío empiezan a reducir su potencia cuando el retorno empieza a devolver agua fría. Con el sistema de Robot, sabemos qué habitaciones hay ocupadas, qué temperatura tienen… Y lo que hacemos es parar una o dos máquinas de 200 o 300 kilowatios 20 minutos antes, porque sabemos qué habitaciones se van a quedar vacías”, explica el CEO de Robot.
Parar esas máquinas 20 minutos antes cada día, en un país como Dominicana, se nota muchísimo en las facturas de la luz. “Si nosotros no pudiéramos medir, controlar, monitorizar y automatizar todo ese sistema desde Palma de Mallorca, no podríamos comprobar posibles fallos o cambios”, añade. Si, por ejemplo, hay alguna queja por la temperatura del agua, el jefe de mantenimiento modifica la temperatura sin consultar a nadie. “Al tener todo monitorizado vemos el cambio y pedimos explicaciones”, indica Bonnín.
Por tanto, en Robot invierten en los hoteles, pero también en el control y la monitorización. “Si no controlamos la instalación, la inversión se va al garete y los principios de sostenibilidad también”, sentencia. Por eso, es importante estar presentes desde el diseño de la instalación. “Todo debe estar pensado para poder ser controlado por una máquina”, concluye.
El papel de las normativas
Uno de los debates más interesantes del desayuno fue el que puso sobre la mesa el poder de las normativas. ¿Se debe obligar a ser más sostenible? “La normativa hace a todo el mundo igual”, asevera Bonnín. “No podemos esperar a que sean los clientes quienes exijan más sostenibilidad”, añade. Sin embargo, Arturo Cuenllas cree que es el propio huésped el que está incitando a estos cambios legislativos. “El votante está cambiando, son grupos de interés, proveedores, tecnológicas, universidades…”.
Y las normativas aparecen porque así lo exige la ciudadanía, como ahora pasa con los coches diésel. De hecho, Almiñana cree que los huéspedes son tan impulsores que en muchas ocasiones “las normativas llegan tarde a las tendencias sociales”. Aun así, Marc Montemar, de Sercotel, va más lejos: “Los hoteles que no sean sostenibles deberían ser más caros por ley”. “Se debería penalizar a quien no sea eficiente”, afirma Almiñana.
Aun así, las grandes cadenas se encuentran con un problema añadido. “Me pego diariamente con la normativa americana”, indica Juan Tendero, de Marriott. Por ejemplo, el tren de lavado del Auditorium está preparado para lavar a 67 grados, como dicta la normativa europea. “Sin embargo, Marriott me dice que para acabar con la legionella y el resto de bacterias ese tren debe estar a 72 grados”, explica. El proveedor no se hace responsable de la máquina si esta trabaja por encima de los márgenes establecidos por ley, sin embargo, “Marriott me hace auditorías con el termómetro en la mano”.
La concienciación del personal
No cabe duda de que los jefes de mantenimiento y de compras son los más concienciados dentro de un hotel, pero ¿y el resto? “Falta mucha formación y más concienciación para que, por ejemplo, no se dejen la climatización activada en salas vacías”, reconoce Marc Montaner. “Eso se arregla con la automatización”, interviene Bonnín. “Cuando una sala está vacía, el sistema se para”.
“No puede haber sostenibilidad seria sin formación, sin concienciación”, indica, por su parte, Arturo Cuenllas, de Hoteles Sostenibles. Y comentó que hay hoteles que incluso ‘compiten’ para ver qué trabajador aporta más a la sostenibilidad del alojamiento. “Gracias a la monitorización, la camarera de pisos sabe cuánto ha ahorrado en energía, en agua… Hay que vincular al personal con la gestión del ahorro”.
Pero, ¿quién lleva a cabo esa formación? “En todas las compañías hay un responsable de RSC. Es ahí donde se debe incluir la sostenibilidad”, propuso Enric Almiñana. Hay hoteles, por ejemplo, que han puesto en marcha su propio ‘equipo verde’, informó Cuenllas. “Ese equipo interviene en la elección de proveedores sostenibles y en la formación del resto del personal”.
Esto está muy en línea con lo que hacen en BlueBay Hotels. “Hemos creado un centro de conocimiento dentro de la compañía, un laboratorio donde probar todo”, afirma Jimmy Pons. “Un ecosistema seguro de innovación, un sitio para trabajar desde la independencia y en favor de la eficiencia energética como gestión de costes”, explica. Desde ahí, han formado en sostenibilidad al personal que está más cerca del cliente. “La camarera de pisos te dice hasta 10 formas de ahorrar agua, el personal de animación también”. Y hacen talleres y actividades con pequeños y mayores para fomentar este consumo responsable. De hecho, “los niños van después a sus padres a decirles que están gastando mucha agua”.
En Marriott, al tener un perfil MICE, el problema es mayor, pues hay mucho personal externo que llega al hotel y no se preocupa. “Podemos formar a nuestro personal, pero los mayores problemas vienen del personal que viene a trabajar y todo le da igual”, se queja Tendero. “Por ejemplo, nos mezclan la basura y el ayuntamiento nos dice que si no separamos no lo retiran”, añade.
Jimmy Pons, innovation maker de BlueBay Hotels, va un paso más lejos. “Los millennials no quieren trabajar en cualquier empresa. Por eso, debemos cumplir valores de sostenibilidad y RSC, ya no solo por el cliente, sino para atraer talento a nuestra compañía”, indica. Es más, añade Almiñana, “ya hay sellos de compañías healthy y Booking ya valora a los hoteles por su sostenibilidad”.
El problema de la estandarización
Por último, surgió otro debate interesante. ¿Dónde invertir? Apenas hay obras nuevas y los hoteles tienen que mantener lo que tienen e incluir las mejoras que puedan. “Las eficiencias de hoy son deficiencias para mañana”, manifestó Enric Almiñana. “Hemos de recuperar la inversión, y por eso no podemos estar modificando todo el tiempo”.
¿Qué elegir? He ahí el dilema. Actualmente, hay 27 estándares. Por ejemplo, el famoso KNX, el estándar europeo para domótica, “funciona muy bien en una habitación, pero menos en la parte industrial”, señala Bonnín. Y afirma que hay otras tecnologías que van por delante. En Robot han creado el sistema multilink, que permite adaptar varios estándares.
Es decir, “la parte que ve el cliente es la misma, pero el display es independiente en la parte de atrás y se adapta a varios estándares como KNX o BACnet”, señala. Con todo, “el futuro pide una integración absoluta”, concluye Almiñana. “Nos facilitaría mucho que todo fuera más sencillo”, reconoce Pons. Bonnín matizó que lo importante es tener una “actitud abierta para poder adaptarse rápidamente a los cambios”.
En definitiva, el desayuno dio para mucho, pero faltó tiempo. Como bien destacó Gonzalo López, director de Compras de Marriott Auditorium, lo más importante es que haya más concienciación por parte de todos, más cultura y más educación. Y tener integrado en nuestro día a día este chip de la sostenibilidad. “Porque si no empezamos por los pequeños detalles, no podremos avanzar a los grandes”, sentenció.
Y también impulsa la reputación online
En muchas ocasiones, esa cultura de la sostenibilidad está más arraigada en los huéspedes que en la propia dirección del hotel. “Cuesta mucho explicar a la propiedad que va a ahorrar invirtiendo dinero”, afirma Juan Tendero, de Marriott. Antón Iráculis, de Silken, asegura que la lucha es con proveedores, con los directores y con los números. “Si decidimos cambiar a elementos más sostenibles, los costes aumentan”, razona.
Otro hándicap con el que se encuentran a la hora de poner en marcha un hotel sostenible es con que la propiedad no es del hotel. “Los hoteles han ido dejando de lado la propiedad, hay que negociar con el promotor, con el constructor… Debería haber un estándar y más normativa”, señala Bernat Bonnín, CEO de Robot.
Pero cuando se invierte en sostenibilidad es fundamental comunicarlo. “Los huéspedes tienen que conocer esas inversiones, porque eso repercute en mejorar la imagen, algo que se ve reflejado en las reviews”, concreta Iráculus. Cuando sube la nota media del hotel, el director empieza a ver las inversiones con buenos ojos. “Al final, esa mejora en la imagen nos ayuda a vender a un precio mayor”, añade.
Enric Almiñana apoya la moción: “Si el hotel, en vez de tener 7,8 tiene un 8,3 de puntuación, puede cobrar más”. Sin embargo, Jimmy Pons no está de acuerdo. “Si un hotel tiene una buena política ambiental y la comunica bien, yo iré a ese hotel y no a otro, pero no pagaré más por ello”, sentencia.