Que el recepcionista critique al camarero, porque el lo haría mejor. Que la camarera de pisos critique a la gobernanta, porque no sabe ni hacer una cama. Que el cocinero critique al pastelero, porque no sabe ni pelar una manzana. Que el de mantenimiento critique al comercial, porque no sabe ni montar un salón. Que la lavandería critique al departamento de pisos, por el criterio que tienen al cambian las toallas.
Por suerte, aunque es cierto que tenemos algunos comentarios internos, cada vez somos más profesionales y no sucede esto. Estamos más en nuestros trabajos diarios que apenas comunicamos con los compañeros, a mi juicio demasiado distantes. Personalmente, me gusta tener más comunicación con mis equipos y que entre ellos exista una comunicación más fluida.
Por desgracia, la realidad en la calle es otra, todo el mundo sabe de todo: de temas personales, de temas políticos, de temas laborales, de temas de salud, hay tertulianos por todas partes que son expertos en lo que les pregunten con independencia de lo que sea, lo mismo hacen de un pequeño una persona notable aunque sea por su picardía, que hablamos y hablamos de familias que han vivido unidas siglos hasta que hacemos que se quieran separar.
Personalmente pediría quitar el pie del acelerador, intentar comprender a nuestros compañeros, ver los problemas de nuestros equipos antes de juzgarlos y no contaminarnos de lo que hay en la calle. Hace años se nos decía a los que empezábamos en estos menesteres: «¡los problemas los dejáis en la calle; aquí a trabajar y a colaborar!».
Sin llegar a estos extremos, sí pediría a todas las personas que trabajan en un hotel lo siguiente: ya que tenemos que ir a trabajar, tratemos con cariño nuestros puestos de trabajo y a nuestros compañeros, ¡intentemos pasarlo bien en el trabajo! Cuando salgamos a la calle ya nos encontraremos con la realidad para poder cabrearnos: por lo que han hecho unos, han dicho otros y se han llevado otros.
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